Cómo quisiera escuchar a la mujer que resucita mi corazón, que me dijera lo que en ella es prueba eterna: que la vida es bella y el amor encantador.
Sólo frente a ella siento el reflejo de mi esplendor, porque el suyo es tanto o más luminoso que el Sol, y es precisamente esa calidez que irradia la que me llama en una fría noche de invierno, de las tantas y tantas frías noches de mi vida.
No entiendo porqué, quisiera saber qué es lo que esconde su pecho que me embriaga de calma y placer, es como acariciar mi pelo sobre el pasto desde su eterna y prolongada distancia.
Es el complemento de mi pasión, algo que sólo ella notó… pero hoy lo sé yo.
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