domingo, 19 de mayo de 2013

Un día

No tengo nada que decir, es la verdad. Siempre estoy inconforme, por eso escribo, aunque me gustaría que sonara menos deprimente. No me siento mal hoy, sólo estoy cansada de llevar una vida mecánica, de sentir que no pertenezco a ningún sitio y de perder de vista lo que encendía mi pasión. El estrés me agobia, siempre que termina el día siento que no tuve tiempo para mí, que mañana hay que despertar a las 5:15am para soportar la misma mierda tediosa. Después tengo un ahonda sensación de desconsuelo, me gustaría ver a María, me gustaría que me abrazara y dijera que siempre estará conmigo porque todo pasa excepto yo.

Pero no obtengo nada salvo unas 4 hrs. de delicioso sueño, suficientes para mantenerme con vida, aunque por dentro todo esté destrozado. Mi vida la puedo describir con unas pocas palabras, incluso sin formar oraciones. No lo haré. 

Me gustaría llorar, en este momento no es una opción, además de que es ocioso, poco práctico. Hace días le dije a Antonio que yo creo que los humanos somos un accidente material, y que si la cosa era así, nuestro sentimientos no valían, no eran más que cualquier otra cosa existente. Eso siempre me recuerda a Camus, cuando en la novela El extranjero sucede que explota el protagonista después de una discusión con el cura y le dice algo así como que ninguno de sus argumentos vale más que el cabello de una mujer... Y nada vale más que nada. Y esto no vale nada, pero me resulta placentero escribirlo, me recuerda que hay una parte lúcida de mí que aun me guía, sea en lo trascendente o en lo mecánico. 

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