Me he enamorado de sus ojos mientras pasan los días,
he caído a sus pies con el destello de su sonrisa,
¿quién iba predecir que dos años después así estaría?,
¿quién me iba contar cómo es que su sonrisa me hipnotiza todavía?
Quisiera ser un peluche más en su cama,
tener una excusa para de noche mirarla,
no me importan cien desvelos más si puedo abrazarla,
o servirle de almohada y por la mañana atreverme a besarla.
No me importa el tiempo y el espacio, me remito a la ocasión,
no me importa cuánto la extrañe si tengo entero su corazón.
Es ella mi Andrómeda, mi destino final, mi salvación;
es su cuerpo, su voz y su Ser el dueño de todo este amor.
De día y de noche me pierdo contando sus innumerables estrellas,
sólo siento esta atracción gravitacional de mi cuerpo hasta ella.
Mis ojos envían la señal al interior de que esa entidad es bella,
y aunque me resisto centrándome en algo más humano, me rindo a quererla.
Esta rendición finalmente me completa,
la amo y soy feliz explotando mi corazón sin tregua.
Me enamoro cada tres segundos de la mujer más sublime del mundo,
le muestro y demuestro mi amor desde lo más profundo.