lunes, 21 de septiembre de 2015

Law Abiding Citizen



Esta era una vez una película con un bato guapo -antes estaba más guapo- y rico, inteligente rayando en lo prodigio y con una familia perfecta al estilo tradicional. Bello.

Y sucede que al tipo le pasa lo que en muchas películas se ha visto: entran a su casa unos ladrones que terminan violando y asesinado a su esposa e hija. Aquí es cuando acude al espectador la empatía, y el dolor e indignación la acompañan. La película ya te atrapó, deseas disfrutar la venganza tan ansiada como predecible.

Luego, para rematar al hombre de dolor liberan al violador y asesino después de tres años de condena mientras al achichicle le cargan todo el peso de la ley y lo sentencian a muerte. Lo anterior por obra y gracia del abogado gringo, de esas personas que primero se desprenden de su alma y luego se gradúan de leyes, pero dejando a un lado sus deficiencias, el tipo hizo un trato para obtener una condena por más injusta que fuera, lo que deja al padre de familia y viudo con impotencia y rabia.

Pasan 10 años y la venganza está sabrosa, aunque para Clyde (el afectado) jamás considera que sus acciones sean denominadas como tal, no es venganza jura, es una lección que le debe dar al sistema de justicia y al abogado imbécil que vendió el caso por una condena. Todos poseen su justificación, ¿quién no lo las tiene? Todo el que puede pensar se justificará alguna vez -y frecuentemente sólo si es necesario- de cualquiera de sus acciones.

Al sentenciado a morir le cambia el cloruro de potasio por algo más hardcore, con lo cual sufre muchísimo durante su ejecución. Al que quedó libre, el clásico viejo asqueroso y gordo, lo secuestra, lo sujeta a una mesa donde lo descuartiza sin anestesia, para esto utilizó solo la tetradotoxina, pero lo que lo convierte en una obra de arte es que puede verlo todo por medio de espejo que coloca sobre él, y su técnica está sabrosa aunque algo trillada. Le corta los dedos, las extremidades, ¡los párpados jamás pueden faltar! Y por supuesto, el pene.

Ahí ni siquiera va la mitad de la película y el espectador ya disfrutó mucho la fruta. Luego saca la artillería pesada de la cual su ingenio le permite disponer y asesina al abogado de los criminales, a la jueza, y a varios miembros del sistema de justicia al estilo terrorista. El secreto estaba en que el tipo podía salir de la cárcel por medio de una extensa red de túneles que había cavado con sumo esmero antes de entrar a prisión, eso está algo forzado, pero uno puede imaginarse muy bien los años que se pasó cavilando, diseñando, madurando todo eso. Además es un genio rico.

Durante toda la película atormenta al abogado negro responsable de la injusticia que hubo en el proceso. Era "el bueno" de la película que cometió errores. Y finalmente él le echa a perder uno de sus planes, el más grande hasta entonces, lo cual culmina con la muerte de Clyde. A nadie le gusta el final, uno espera que por ser ese abogado el responsable de no haber seguido luchando por un juicio justo -aunque existiera el riesgo de  perder-, es el principal artífice de todo el desmadre, al menos indirectamente.

Lo bueno, qué decir lo bueno, lo espectacular de la trama es la argumentación de Clyde, tiene que derribar o darles un escarmiento a los miembros del sistema de justicia que permiten que se hagan tratos con asesinos, que hacen parecer al sistema legal como un simple juego de ajedrez donde si te sabes mover ganas, seas o no culpable, y si eras inocente y te mueves mal te jodes. También es bueno ver esa capacidad de indignación y determinación con la cual combates eso que no es correcto, eso que es una vergüenza y oprime a los desdichados que se cruzan en el camino.

Este individuo tenía una querella con la justicia humana, pero todo el mundo tiene sus propias querellas, todos estamos indignados con cierto aspecto de la vida, institución o sistema que sabemos que está podrido, o es incorrecto, o injusto. Clyde podía volarle los sesos a los funcionarios y los responsables de su tragedia, sin embargo, no todos podemos volarle los sesos a lo que nos subyuga o quita el sueño.

La vida entera es una injusticia, ¿pero a quién nos cargamos entonces? ¿Cómo sacamos esa rabia fermentada? ¿Contra quién o que luchamos cuando sabemos que, por donde lo mires, en el mundo hay millones de cosas que no te gustan? Algunos dirán que es mejor luchar con la bandera blanca, hacer el bien para que se acabe el mal, y quizá tengan razón, pero es más tardado y menos entretenido. De eso estaba seguro Clyde

jueves, 17 de septiembre de 2015

Ella me dijo


Ella me dijo que jamás sucedería y yo en mi infinita soberbia lo dudé. No pude ver sus ojos al decírmelo, no pude mirar su rostro al pensar en ello, ¡sólo porque no quería hacerlo! Quería ganarla a toda costa y la perdí por entero.

Ella me dijo de la forma más amable que yo era inconcebible en su vida y su futuro, tal y como yo me veía, pero yo y mi egocentrismo sólo pudimos ver un par de palabras ensayadas, un discurso producto de una educación que incluso yo recibí. Y me cegó la esperanza...

Ella sacó la artillería pesada del desdén y el "ódiame tantito", pero yo lo eludí todo como el mejor boxeador, me abracé a su vanidad y la alimenté, la seduje para que no me abandonara, la ensalcé con cuanto recurso literario disponía.

¡Y al fin me di cuenta! Que me dejó porque soy improbable -porque jamás me atreveré a decir que existe algo imposible en asuntos humanos- de existir como en mi fantasía o mi deseo por ella me susurraba. Y por fin me di cuenta que tampoco se fue lo que pienso de ella, ¡que tapé el Sol con un dedo! Y que ahora me está quemando el amor por ti.

Me lo guardaré, claro que sí.

martes, 1 de septiembre de 2015