domingo, 12 de marzo de 2017

MI ARPÍA

                                      08/03/2017
Me habrán roto el corazón algunas cinco mujeres.
Algunas me dejaron de amar,
algunas jamás me podrían haber querido,
algunas... algunas gozan de tomar malas decisiones.
Pero tú, mi gran arpía, tú lo disfrutaste,
tú lanzaste la piedra deliberadamente
quizá pensando que no herías mi sensibilidad;
quizá creyendo que de tanto golpe no sentía más,
que me sacudía el polvo y volteaba mi andar.
No imaginaste que en mis ojos moraba tu espejo
y que te verías tan rota como me dejaste...
Por eso padecí tu desprecio,
por eso ni me puedes ni te puedes amar,
y por eso te amo cuando no te desprecio
y te odio cuando me fatiga amar...
No obstante, no dejo de pensar
que eres ESA arpía, LA arpía,
y no esta de tiempo completo.

HARDCORE

                                                     01/03/2017
Me estoy haciendo hardcore                    
en la soledad
en la oscuridad que solo envuelve mi cuarto.
Mi alma pende de un hilo
mi cordura ya se ha desprendido
y, sin embargo, mi corazón permanece impávido.
En los ratos libres me hablan locos y profetas,
en otros me aviono mil años adelante,
y al final, siempre, me atrapa la escueta realidad.
Pero me estoy haciendo hardcore,
la vara ya no duele tanto,
el tiempo discurre
impulsado por una fuerza superior a él y a mí.
Como dijo el ciego, soy astrónomo,
pues en mi interior hay estrellas y constelaciones
solo visibles a cuesta de todo.
Ya casi soy hardcore.

jueves, 1 de diciembre de 2016

El corazón roto - John Donne

El corazón roto

Loco de remate está quien dice
haber estado una hora enamorado,
mas no es que amor así de pronto mengüe, sino que
puede a diez en menos plazo devorar.
¿Quién me creerá si juro
haber sufrido un año de esta plaga?
¿Quién no se reiría de mí si yo.dijera
que vi arder todo un día la pólvora de un frasco?

¡Ay, qué insignificante el corazón,
si llega a caer en manos del amor!
Cualquier otro pesar deja sitio
a otros pesares, y para sí reclama sólo parte.
Vienen hasta nosotros, pero a nosotros el Amor arrastra,
y, sin masticar, engulle.
Por él, como por bala encadenada, tropas enteras mueren.
El es el esturión tirano; nuestros corazones, la morralla.

Si así no fue, ¿qué le pasó
a mi corazón cuando te vi?
Al aposento traje un corazón,
pero de él salí yo sin ninguno.
Si contigo hubiera ido, sé
que a tu corazón el mío habría enseñado a mostrar
por mí más compasión. Pero, ¡ay!, Amor,
de un fuerte golpe lo quebró cual vidrio.

Mas nada en nada puede convertirse,
ni lugar alguno puede del todo vaciarse,
así, pues, pienso que aún posee mi pecho todos
esos fragmentos, aunque no estén reunidos.
Y ahora, como los espejos rotos muestran
cientos de rostros más menudos, así
los añicos de mi corazón pueden sentir agrado,
deseo, adoración,
pero después de tal amor, de nuevo amar no pueden.

martes, 18 de octubre de 2016

Algunas lecciones de vida

Lo primero que se me ocurre en este momento es “nunca choques a un uber”, luego “nunca choques”, luego “nunca choques sin seguro y licencia”. Sin embargo, todo eso se puede sobrellevar, sueltas el dinero, hablas amablemente con el dueño del auto al que chocas y le dices “oiga ñor, no le hable al tránsito, nos arreglamos entre usted y yo, yo le pago”. Y así termina un drama. Ese drama quizá se convierta en otro después porque haya que reorganizar el gasto de dinero, es verdad, pero no se puede vivir pensando en qué sucederá y controlándolo todo.

Es aún más importante no rodearte de personas que potencien el dolor de un drama. No salgas con una mujer a la que vas a ver, desafiando cualquier horario y hasta la misma sensatez, si esa mujer se quiebra al segundo problema. El primero lo puede soportar, es decir, ella puede hacerte compañía mientras arreglas tu drama de uber, aunque… cuando le piden identificación para salvarte el cuello, esto es, en el segundo golpe, ella se quiebra. Entonces te recordará que tienes que devolverle su ID porque los fines de semana son días de fiesta, de antro, o qué sé yo. Yo no sé de tantas vagabundias, soy una aburrida estudiante de medicina, con dinero limitado y un alma poco intrépida.

Y continuando con laurasad, jamás pienses, ni siquiera por un solo instante, que todas las personas están sujetos al amor filial. Esto es algo que todo mundo sabe, así que solo cumplo con la función de recordarlo, prueba de ello son las madres desapegadas de sus hijos, los padres que los abandonan, y ya siendo más específicos, los que te dejan arreglar tus asuntos solo, con el ñor del uber y tus problemas de identificación para que te suelten por la deuda.

Finalmente, jamás pienses que la persona que más amas, por más que la ames, va a responder a tus llamados precipitados, inesperados, vehementes. El amor no compra nada, ni la lealtad de las personas, ni su tiempo, ni siquiera su amor, el amor no siempre se paga con amor. Y sé que quizá suene trillado, pero, por poner un ejemplo, quizá un día tienes un mega problema, uno que te desequilibra el alma, uno que te pone a llorar como estúpido y te provoca un ataque de ansiedad, y quizá ese día recuerdes que amas a alguien con tanto pinche amor que no importa la realidad y las abstracciones que puedas tener de la misma, y entonces le llamas, y entonces no contesta, y entonces le vuelves a llamar, y entonces no vuelve a contestar. Y luego recuerdas que sí, está con alguien más.


No obstante, la vida no se detiene por este tipo de cosas que solo son de incumbencia del humano y su anatomía y fisiología cerebral. No, las deudas se saldan, el tiempo avanza incesantemente y sin barreras, y uno solo puede seguir obteniendo el lado bueno de sus experiencias. Como las manos que salen a levantarte en tu horasad, como las personas que te ayudan a arreglar tus problemas aun con la distancia, como que todo este desmadre es temporal y solo es una experiencia más en una existencia plagada de misterios. io k c. 

lunes, 8 de agosto de 2016

"El joven rey" de Oscar Wilde

Hay dos cuestiones de suma importancia que nos hace pensar este cuento. Y no hablo de lo magníficamente bien que escribe Oscar Wilde, pues eso está ampliamente establecido y queda más allá de mi humilde análisis.

El joven rey es un hombre a quien, después de haber vivido prácticamente en la miseria, lo hacen rey, y lo disfruta desde el primer instante, porque amaba la belleza y la opulencia. Era un hedonista como el mismísimo Oscar Wilde, lo podemos visualizar desde el momento en que se deslumbra al llegar al castillo donde residiría -luego de haber sido un humilde pastor-, hasta cómo disfrutaba vestir prendas preciosas y joyas exóticas. Y son esos lujos de los que haría gala el día de su coronación, sin embargo, antes de que eso sucediera tiene tres sueños que lo marcan. En ellos ve cuánto dolor, muerte y sufrimiento cuestan los lujos que tanto valora. A grandes rasgos, en el primer escenario el joven rey ve a la recua de tejedores que confeccionan su traje con bordado de oro, a niños pálidos y mujeres demacradas en condiciones laborales deplorables; el segundo sueño se desarrolla en una enorme galera en la que remaban cien esclavos, el más joven de los cuales tiene que sumergirse a grandes profundidades para obtener las perlas que adornarían su traje y su cetro, hasta que termina muerto por ello; y el tercer escenario es más creativo, en él se disputan la Muerte y la Avaricia a unos hombres que trabajaban al borde un río consiguiendo los rubíes para la corona del Rey, al final la Muerte gana llevándoselos consigo.

Ahora bien, la historia es sumamente entretenida, pero las dos cuestiones importantes resaltan al final: (1) ¿se puede ser rico sin explotar necesariamente a nuestros hermanos pobres? (¿Se puede ser el rico Caín mientras Abel es pobre?); (2) ¿se puede vivir sin cargar o considerar el dolor y la miseria de nuestros hermanos humanos?

La primera cuestión está más allá de la política y cualquier organización social, no se trata de defender el comunismo, desvirtuar el capitalismo, o reflexionar sobre si necesariamente las clases sociales tienen que estar estratificadas. Es una cuestión de ética y humanidad. Algún sujeto listo comentó alguna vez en una clase de psicología humanista, que cierto multimillonario tenía un nivel de consciencia infantil porque ¿cómo se podía ser asquerosamente rico mientras en tu país la gente se moría de hambre? De esto surgirían muchos argumentos a favor y en contra, pero esa no es la intención, ahora solo es necesario apreciar el punto de partida de una reflexión que probablemente no tiene salida, por el momento.

La segunda pregunta es la que más me gusta, porque es algo que podemos aterrizar de mejor manera y quizá hasta solucionar el dilema. Casi al final, cuando el joven rey llega a la catedral donde habría de ser coronado, el obispo lo reconoce y le pregunta porqué viste como un mendigo cuando él debiera verse tan imponente como un rey, y después de que el joven rey le cuenta sus sueños, el hombre de dios le responde con un pequeño discurso que culmina de esta manera:
“Y en cuanto a tus sueños, no piensas más en ellos. El peso de este mundo es demasiado grande para que pueda soportarlo un hombre, y el dolor del mundo es demasiado para que pueda sufrirlo un corazón.”

De esta manera, el obispo le recomendaba no preocuparse de la desgracia del mundo entero, sino cumplir su rol en la vida, porque nadie está diseñado para vivir cargando el peso de los otros. A lo que el joven rey le contesta “¿Y dices esto en esta casa?”, refiriéndose a que cómo podía deslindarse del dolor del prójimo en la casa de Dios y tomárselo todo tan a la ligera, o siendo tan pragmático. El cuento termina hermoso, los andrajos del rey se convierten en un atuendo natural y bello, y el obispo termina reconociendo que lo ha coronado alguien mucho mayor que él, razón por la cual nadie se atreve a verle el rostro, pues el rey tenía el rostro de un ángel.

Retomando la segunda cuestión, ¿puede un hombre soportar el dolor del mundo? Y la respuesta es más que obvia: no. Las razones sobran, si viviéramos pensando en la situación tan difícil que pasan algunas personas no podríamos ni dormir. A veces incluso no podemos soportar siquiera el dolor de un amigo, o de nuestros familiares, ¿qué nos hace pensar que podríamos con todas las atrocidades que padece la humanidad? Eso no significa, por supuesto, que habrá que ignorar las cosas como pretendía el obispo, pero la respuesta a ello dependerá de cada quien. Lo que sí considero esencial es no cargar el dolor de nadie más, ni siquiera de una persona, porque por alguna razón que desconozco o que conozco, pero cuyas implicaciones no me son reveladas, el ser humano no puede vivir con el corazón sobrecargado de emociones negativas, ni siquiera las que son producto de nuestras vidas, mucho menos acumularle más.


La obra de Oscar Wilde está repleta de reflexiones del tipo, es una razón por la que la recomiendo ampliamente, y como dije anteriormente, hablar de la majestuosidad de su narración es aventurarme a algo difícil. Pero la reflexión está ahí, al alcance de todos, y el amor a lo bello, y una elocuencia como no se ha visto dos veces en el mundo. 

martes, 21 de junio de 2016

El momento en que tu imaginación se enferma

Algunas veces, desde hace tiempo atrás y con cierta regularidad, había experimentado que la desesperanza me derrumbara. La mayoría de esas ocasiones fue después de haber visto una película o una serie que me enfermó la imaginación y me hizo perder la fe en la humanidad -por lo menos temporalmente-. Casi todas esas historias fueron bizarras o con implicaciones psicológicas intensas, pues raramente me enferma lo que es simplemente grotesco visual. La última vez que me sucedió fue después de ver el especial navideño de Black Mirror, sobre todo durante la parte final, cuando un detective le pregunta a su compañera si dejaba correr el tiempo del condenado a la soledad a razón de mil años por minuto. Por supuesto, la impresión enfermó mi imaginación porque la soledad me resulta extremadamente abrumadora cuando no es solamente un descanso. Ahora bien, la soledad cuando estás jodido mentalmente es insostenible, es un martirio, y una tortura en el caso de esta historia.

Luego pensé, en casi todos los capítulos de esa serie se plantean futuros distópicos donde los criminales son castigados más que severamente, de una forma que raya en lo inhumano. En ese episodio, por ejemplo, condenan a un hombre que asesinó a su exsuegro y dejó desamparada con ello a la nieta del mismo, quien apenas era una niña, que terminó finalmente muriendo cuando intentó salir a buscar ayuda en medio de un ambiente hostil. Pero castigar al hombre (bueno, ni siquiera era hombre, era la consciencia del hombre que desconocía su naturaleza inmaterial) a mil años por minuto durante todo el día de navidad, ¿realmente hay una acción que merezca semejante castigo? ¿Qué pasó con la idea del perdón? Y bueno, si para esos momentos el perdón es obsoleto, qué decir de la redención…

La historia es ciencia ficción, no habría porqué alarmarse de algo que no es real, sin embargo, las personas conciben esas ideas; lo que en el arte se denomina como ficción, es una realidad en la mente humana, en algún lugar recóndito donde nos damos el lujo de entregarnos por entero a la perversión. Yo he concebido historias macabras, he asesinado a mis personajes en los cuentos, he fantaseado con la realidad de mil maneras también, pero creo que jamás a ese grado. Y estoy muy lejos de ser moralista, el único punto al que quiero llegar con esta crítica es: que me impresiona bastante la cantidad de ideas que puede tener una persona en su cabeza, y cómo muchas de ellas me provocan terror, el peor de los terrores, no el miedo que experimentas al ver una película tonta donde la casa está embrujada o esos argumentos tan utilizados, es un terror real, psicológico, el que surge de pensar qué tendrá esa otra persona en la cabeza para crear esas historias desesperanzadoras. ¿O la intención es precisamente describir el futuro al que se pretende no llegar? ¡Pero parecen disfrutarlo tanto los personajes! Me es inevitable pensar que mientras alguien escribe eso no lo esté disfrutando desde cada uno de sus personajes. Yo disfruto los míos, pero jamás han sido tan crueles.

A veces no necesito historias tan complejas para perder la fe en la humanidad, a veces una historia de amor fallido me quiebra, otras veces puede ser una historia donde los personajes sean unos autómatas biológicos, y muchas más. No es mi intención describir cada cosa que me enferma, a lo que quiero llegar es que hay momentos, como este que estoy viviendo, en el que ya no puedo con el peso de todos mis procesos mentales y simplemente me desconecto. Ya no importa, nada importa, qué más da. Supongo que ya no puedo aguantar un gramo más de negatividad y, al final, estoy respirando, estoy sentada, no tengo hambre, no tengo calor, nada me duele… ¿por qué no estar aquí, ahora, solo por estar? Qué importa la motivación, los juicios, el futuro, el pasado, lo que creo ser, lo que me dicen que soy, lo que me dolía ayer, lo que pienso sobre las cosas, qué más da si puedo solo respirar…

No conozco nada, no sé nada, no trabajo, no amo a nadie, ni siquiera estoy enamorada, tampoco odio a alguien, no tengo pasiones irrefrenables. Vivo de la manera más cómoda que puedo, sin esforzarme mucho, con objetivos a muy, muy largo plazo. Creo que lo más sensato que puedo hacer, siendo una persona tan sensible y reflexiva -características que colisionan infinidad de veces- es no tomarme nada tan a pecho. Necesito dejar de creer que puedo controlar cada aspecto de mi vida, porque entre más pasa el tiempo más oportunidad tengo de comprobar que no es así. Y resulta peor cuando intentas controlar algo de la realidad social -la cual, por cierto, también puede enfermar nuestra imaginación más frecuente y profundamente-, o cualquier cosa que sea externa a nuestra persona, por lo mismo… ¿para qué agobiarse? No soy pusilánime, cada palabra aquí descrita la he pensado bastante, y lo más probable es que algún día cambie de parecer, nada es estático, afortunadamente nuestro pensamiento está en constante evolución, la que tiende a ser positiva.


Y, para terminar, realmente solo escribí esto para calmarme en una noche donde no puedo dormir, no puedo estudiar, tengo pensamientos tristes, pero nada que no pueda olvidar. Lo único que me parece razonable ahora es creer que ninguna de todas esas cosas que mencioné anteriormente tiene porque hacerme sentir mal, triste o asqueada. Este es solo un momento, y otro, y ahora otro. 

viernes, 29 de enero de 2016

Desesperando en la esperanza con palabras

Quisiera que nos apreciara bajo un cristal diferente,
quisiera darle otros motivos,
crearle otros recuerdos;
pero más deseo que permanezca sonriente el tiempo suficiente.


Yo la quiero todos los días, no solo en mi mente;
que por las noches no la dejen mis recuerdos,
que sepa todo el tiempo que concentra mis anhelos...
Y más deseo aun no resultarle indiferente.


Ojalá valore extensamente lo que por mí siente,
ojalá no pierda yo en alguno de sus juicios,
y no me reste lo que su corazón le infunde a mis motivos,
porque yo no tengo alivio y no lo espero definitivamente.


Ansío no ser más esa sombra semipresente,
o que al menos mis palabras rocen sus sentidos,
toquen a su puerta y se materialicen como en mis sueños
donde no hay más barreras, donde somos valientes.


Y lo espero ahora como diariamente
con la paciencia de un amor prudente incluso a sus encantos;
y  desespero en la esperanza de verla algún día a diario,
y escribo, y me pierdo, y se lo digo porque es lo único que puedo.