sábado, 26 de marzo de 2011

Después de leer "Siddhartha"

He terminado de leer “Siddhartha” de Herman Hesse, fue todo un acontecimiento puesto que siempre me tomo las historias muy en serio y las relaciono con aspectos de mi vida. Es en general, siempre agarro pedazos de canciones, frases en películas o citas textuales de libros que me llevan a indagar sobre su significado y su relación conmigo. No me siento preparada para hacer una paráfrasis de “Siddhartha”, hubo partes en las que me perdí y no regresé, y aunque fueron mínimas, todo es importante. Está más que claro que cada quién tiene su interpretación de lo que lee, por lo mismo aquí hablaré de lo que entendí y más aún, de mis locas relaciones vida-literatura.



Me pareció que Siddhartha era panteísta, la verdad yo no sé nada sobre cultura oriental y tampoco de la religión budista, sé que no hay dios ni doctrina, pero no sé cuáles son sus preceptos, vaya, ni siquiera podría decir si tienen preceptos o no. Siddhartha rechaza las doctrinas y los maestros, confía en que encontrará el camino indicado por sí solo y que la experiencia con el todo –que finalmente encontrará– es intransmisible, las palabras deforman los hechos, las experiencias, es como ese dicho de que nadie experimenta en cabeza ajena.

Lo que más me gustó de toda la novela fue el concepto que se maneja de los “hombres niños”, y es que yo siento que encajo perfectamente con eso… Siddhartha siempre se había considerado superior a esta clase de hombres, lejano a ellos, pero llegó un día en el que se convirtió en un hombre niño, luego lo superó y finalmente aprendió que se debe amar a todo porque somos parte de la Unidad. Los “hombres niños” son todos comunes, la gente a la que hoy en día llamamos “de la masa”, los que se dejan dominar por las pasiones, el dinero, los logros terrenales y el amor…

Transcribiré una de mis partes favoritas: “Cuando Transportaba viajeros de condición inferior –hombres, niños, mercaderes, guerreros, mujeres de pueblo–, ya no los sentía tan lejanos como antes, ahora los comprendía y compartía su existencia que no era guiada por ideas u opiniones, sino por instintos y deseos, sintiéndose uno de ellos. Aunque estuviera cercano a la perfección y aún se abriera su última herida, tuvo la impresión de que estos hombres niños eran sus hermanos; sus vanidades, deseos y tontos caprichos ya no lo eran a los ojos de Siddhartha. Sí, le parecían comprensibles y dignos de estimación, e incluso de respeto. El amor ciego de una madre por su hijo, el orgullo insensato y ciego de un padre presumido por su único hijo, el desenfrenado afán de una joven frívola por adornarse y atraer las miradas de los hombres, todos estos impulsos, todas estas niñerías, todos estos instintos y apetitos simples y necios, pero increíblemente fuertes y llenos de vida, de una intensa eficacia, todas estas cosas ya no eran para Siddhartha simples tonterías.” (pág. 154)

El amor es tonto cuando se despilfarra en una persona, estoy atrapada en esa realidad, mi corazón corre hacia la universalidad y no sé qué es exactamente lo que me sostiene en esta mentalidad de “hombre niño”. Siddhartha se volvió así por muchas cosas, la más importante fue el amor desmedido por su hijo, el amor lo ataba, lo hacía como cualquier otro. Siempre he tenido la impresión de que paso por alto una gran parte de mi Ser cuando me entrego ciegamente a la idea del amor, el amor como mi mente enferma lo concibe. Es como una súper esponja que me deja seca y me hace feliz, es un arma de doble filo. Antes eso no me importaba, un día le llegué a afirmar a Oneiros que lo más importante en esta vida para mí era el amor, le dije que sabía que se escuchaba muy cursi y él me dio toda la razón jaja.

Quiero quitarme todo rastro de “hombre niño”, no porque tenga las mismas aspiraciones que Siddhartha, yo no sé lo que espero de mi vida, pero estoy convencida de que no quiero ser como los demás, todos iguales, todos preocupados por los mismos asuntos banales, entretenidos con la superficie de las cosas. La mayoría de la gente heredó su mentalidad, yo también, pero no la quiero, le escupiré. Tengo muchas preguntas, comenzando con que no sé de dónde vengo ni a dónde voy, quiero responderlas, quiero conocerme, y para lograrlo estoy más que de acuerdo con Siddhartha en este punto: no quiero doctrinas, ni maestros.

Jamás terminaré, estoy apenas procesando, hay algo en mí que me pide a gritos escapar, huir de toda esta mierda, dejar la facultad, dejarlos a todos y sentirme libre, liberada de lo que por años me ha subyugado: esta vida impuesta. No lo haré, no hay un bosque en el cual me pueda perder sin que me encuentren jaja, algún día me iré, algún día encontraré mi camino y seré como los hombres que miran a su estrella y la siguen, no como los que caen en espiral como las hojas.

FAVR

2 comentarios:

  1. Me encanta tu cierre. Considero importantísimo el no perder la esperanza de encontrar nuestro camino aunque suelan aparecer momentos en los que quisieramos abandonarlo todo... Azucena!!! Adelante... Sigue leyendo, sigue conociéndote y disfrútalo!!! Te quiero.

    ResponderEliminar
  2. Es posible que siempre tengas un maestro aún así no lo quieras, quizá no sea una persona que te enseñe directamente, pero siempre va a haber algún acontecimiento que te conduzca a aprender algo... Como sea, te deseo lo mejor y que puedas encontrar lo que buscas

    ResponderEliminar