domingo, 20 de noviembre de 2011

Infancia... ¿es destino?

Dice Freud que infancia es destino. Dice el Sr. humanismo que no tiene por qué ser así. La pregunta es ¿cómo hacerle, cómo ir en contra?

May era una chica aislada, en su infancia tuvo un problema con su ojo (se le "iba") y lo contrarrestaba usando un parche. Pero los niños tienen la particular habilidad de hacerte sentir ogtísmo, les salen del alma las cosas más hirientes y no tienen nada de "tacto", dicen las cosas como las sienten y piensan sin que los convencionalismos sociales los detengan. Así que May no tuvo amigos en su infancia, fue una niña solitaria a quien sus padres la consolaron con muñecas, si no tenía amigos había que comprárselos.

Sin embargo, las cosas no podían quedarse siempre así, tenía un trabajo en la veterinaria y salía, todos tenemos que salir, no se ha inventado la opción de quedarse encerrado en casa, salvo a los que nos mandan a un internado. Así conoció a un tipo cuyas manos la enamoraron, también a una compañera de trabajo lesbiana de quien la enamoró su cuello. Fueron ellos los que la hicieron sufrir, es muy fácil tratar a los demás con la punta del pie cuando la gente normalmente no se muere por ello, pero no era así con May...

En breve, le rompieron el corazón, y como no podía tener amigos, se construyó uno de carne y hueso -literal-, un amigo hecho con las partes humanas que más le gustaron de ciertas personas. Luego se dio cuenta de que éste no podía sentir, y que no podía mirarla, y le caló más lo último, así que se sacó un ojo y se lo puso a su creación, Amy. Ahí termina la película. 

Bonito ejemplo de que infancia es destino, y yo vuelvo a lo mismo, Sr. humanismo: ¿cómo le hago?

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