sábado, 2 de mayo de 2015

Amores de literatura o ilusiones de amor

Tantas negativas y desamores escaldan hasta el alma más ecuánime. Por ahí leí una cita que decía que el amor era lo más cercano que podías estar a "no estar solo". Ahora debo reconocer que el amor no llega cuando uno quiere y menos si lo único que se busca es no sentirse desolado.

Sin embargo, el placer se encuentra con bastante frecuencia -como dice Dorian Gray-, y uno de esos placeres precisamente es la ilusión del amor, vaga, imprecisa, una mentirosa seductora. Es encender pasiones internas con la impresión de que otro se incinera por ti, pero tú eres un mechero que abre o cierra su entrada de gas a diestra y siniestra.

Así puedes sumar un amor más otro y tratar de llenar el vacío de tu corazón a la vez que practicas el sutil arte del hedonismo. Premias a tus sentidos, un beso tras otro, un abrazo único, una mirada casual que diga "quiero todo contigo" cuando es la primera ves que ves a esa persona.

Unas cervezas que magnifiquen el encanto de cada gesto, impresión o divagación... el nuevo elixir de los pueblos, de los pobres enamorados a quienes jamás nos ha cantado una sirena y caemos en la mediocridad de un amor poco romántico.

Si algo he comprobado en el transcurso de mi breve existencia es que difícilmente existen los amores de novela (literatura universal, por supuesto, algo así como Las penas del joven Werther o El amor en los tiempos del cólera), pero son los únicos por los que vale la pena vivir una gran tragedia, o morir en su búsqueda.

Hace unas semanas mi primo me compartió algo que leyó en no sé dónde, va así: enamórate de alguien que no sea escritor. Me impactó la revelación por más sencilla que parezca, de ahí reflexioné varias cosas. Primero que pienso que los escritores son personas sumamente sensibles, pueden maravillarse de la sencillez y hermosura de una rosa, o describir a la persona que aman como si estuviera tallada en marfil, ¡pueden incinerarse en una línea!, caer en el peor de los abismos, dedicar obras enteras a sus musas o bellos poemas.

Lo segundo -y más desesperanzador- es que por alguna razón que desconozco tienden a tener muchos amores, más velitas que la virgen María el 12 de diciembre... No sé si es que tienen el ojo más sensible ante lo bello, la mente más susceptible a la intelectualidad, o se sienten más solos que todos los seres humanos en este mundo. Naturalmente, esto no es exclusivo de los escritores, pero he notado cierto patrón, sobre todo cuando recientemente he leído obras de Hemingway, por poner un ejemplo.

Finalmente, y pese a todo lo dicho, creo que hay personas que se enamoran una vez y para siempre en esta jodida, efímera e inescrutable existencia. Aunque enciendan tantas velas como estrellas, aunque se consuelen con la putería, aunque se curen las heridas con palabras de Oscar Wilde. Aun así hay corazones de oro, y eso también responde a la pregunta de mi cuñada en turno sobre si todavía hay personas que valen la pena en este mundo.

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