Cierta ocasión se preguntó el psiquiatra qué será lo que detona tus episodios agudos... Desde entonces no sale de tu cabeza tal cuestión, a veces tienes la impresión de que conoces la respuesta y no la quieres ver, pero no eres tan cobarde como para desechar la pregunta. Hace un día te iluminó una posible respuesta que sin embargo no llena la pregunta, es decir, no es todo el problema.
Esencialmente te abruma desgarradoramente la soledad desde que tienes consciencia de que el abandono te produce querer morirte. Entonces recuerdas aquéllos momentos en tu cama a las 9 de la noche, con las luces del dormitorio apagadas, el clima horrible de octubre y la impresión de que mañana sería lunes y habría que hacer quehacer, portarse bien, comer sanamente asqueroso y no titubear jamás. Tenías 8 años y después de considerar por un segundo todo lo anterior: llorabas, inconsolablemente. Algunas veces el cansancio te dormía y otras terminabas rogándole a Dios de la manera más inocente y con el corazón en la mano que te matara para terminar con tu sufrimiento, crédulamente pensabas que a los niños buenos no se les podía negar nada, pero mil veces comprobaste que eso no es cierto.
Ahora sabes que la vida se vive sola, que lo único a lo que puedes aspirar es a la compañía sincera de los demás en ciertas ocasiones, pero no es como si fueras a tener un alma salvadora las 24 horas del día. Claro que eso no te causa problema, es decir, todos viven así, en armonía con el devenir de la vida, aunque sabes que por más natural y lógico que sea tú no puedes, es el punto número uno y quizá el más importante de tus problemas.
¿Por qué es así? Porque tienes que hacer un año de servicio social en un rancho, alejada de tu madre, tu familia y todos los que amas y con los que puedes contar para cuando te dan tus ataques. Por supuesto que ahora mismo no serías capaz de durar tres días allá, si con el poco tiempo que pasas internada en el protocolo de investigación (1 día y medio) te quieres morir cada segundo, te quieres disolver por elementos... Y lloras, es todo lo que sabes hacer.
También resulta un problema porque quieres hacer una residencia en Genética y te gustaría que fuera en México, pero si ni siquiera confías en ser capaz de superar el servicio social, ¿qué decir si le agregamos años a tu tiempo en soledad?
Ansías sobremanera ser normal, aunque la gente jure que eres especial y que debieras ser feliz por ello. Sabes que eres muy inteligente, que si leyendo un par de días pasas a veces con la calificación que a otros les cuesta semanas, seguramente si estudiaras de tiempo completo ya nadie creería que eres mediocre o regular, lo único que necesitas es lo que ellos tienen y no valoran porque siempre está presente: seguridad, alegría, estabilidad, paz mental, equilibrio en sus neurotransmisores, confianza, una familia.
Porque tú sí has tenido sueños y metas, cuando eras sólo una niña te vislumbrabas en una oficina trabajando de no sé qué cosa, pero en un trabajo decente; cuando estabas en secundaria poco te importaba a lo que te dedicaras, sólo que como tu padre te paseaba por las colonias más ostentosas de la ciudad te imaginabas que lo tendrías todo algún día, una mansión de piedra, un Aston Martin, un Lamborghini, un Ferrari F430 y un inmenso etcétera; cuando te despreció tu primera ilusión de amor por ser pobre, te entró un ansia tremenda por tener una carrera distinguida, tener dinero, ser exitosa y, por qué no, ganar un premio Nobel. Aunque esto último lo quisiste siempre por ti, porque te encanta saberlo todo, estudiar y contribuir con algo a la humanidad.
Después le llegó la iluminación filosófica a tu vida, con su correspondiente carga de oscuridad. Te diste cuenta que las cosas materiales no valen el esfuerzo de una vida; que es éticamente (científicamente, racionalmente, personalmente) incongruente la existencia de Dios; que los misterios de la vida y la existencia te entusiasmaban de manera tal que incluso consideraste la idea de la inmortalidad de un ser humano y el estudio de todas las disciplinas para asequir la Verdad de la Realidad; que las demás personas (en su mayoría) viven satisfaciendo sus necesidades inmediatas y sociales o sólo sobreviviendo sin pensar jamás cuál es el sentido de este desmadre o si efectivamente no tiene sentido; que las demás personas son tan distintas a ti que difícilmente puedes socializar lo cual empeora tu soledad y tu percepción de tu soledad que no es lo mismo. Porque las personas pueden estar contigo físicamente y circunstancialmente, pero si no hay esa conexión extra es como si no estuvieran, como sucede con tu familia, algunos de tus amigos y algunas personas que amas.
Eres introspectiva, a veces hiperracional, pero sumamente sentimental y esto te quiebra... Pues como ya he repasado en este inmenso escrito hay muchas situaciones en tu vida que te han roto, y cuando crees que ya se pegaron los pedacitos, alguna cosa de adultos sucede y te vuelve a quebrar una y otra vez hasta que ya no puedes más y lloras dramáticamente. Te rindes, no tienes el valor, sin embargo, de rendirte para siempre y matarte, así que como último recurso acudes al psiquiatra con todo vestigio de tu esperanza, lo pones todo sobre la mesa, le mostrarás este martes que ya no queda de otra, te recuperas o ya valió madre el Universo.
Quieres poder estar sola y hacer una vida como todos, incluso tu amor por los otros quiere dejarles algo que te hubiera gustado recibir de ellos. Primero es lo primero.
Me encanto
ResponderEliminarMe siento identificada, me siento comprendida, gracias mil gracias
ResponderEliminarWow. Me siento delante de un espejo. Como una cachetada se sintió...
ResponderEliminarme siento tan identificada, solo necesitaba llorar y saber que no soy la única en el mundo con esto.
ResponderEliminarGracias por escribir esto bro :3 saludos
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