jueves, 16 de abril de 2015

A mi tarro de ochocientos ochenta

Ella sonríe y se sorprende,
ha hecho de la noche un delirio;
ella pregunta y no comprende,
que mi alma no tiene un alivio.

Son sus ojos verdes
que me embriagan sin remedio,
que atan mi tarro al frente
simulando besar su efluvio.

Ámame pues tarro del demonio,
dame su amor que añoro,
quiero olvidar que pierdo la consciencia
por esa mujer que sonríe con inocencia.

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