miércoles, 23 de diciembre de 2015

Estragos del amor de un instante

A veces te enamoras en un segundo, de una imagen, una abstracción, una actitud o lo que sea. Es increíble la capacidad de sublimizar lo que pudiera considerarse trivial.

A veces te enamoras de una sonrisa, otras de unos ojos, o de las expresiones lingüísticas de una voz que amas por sí sola.

Y algunas veces te enamoras del conjunto antes mencionado, cuando pertenecen a una sola persona y no puedes resistir a sus encantos, ni siquiera por separado...

Entonces el momento se convierte en el cielo y el hedonismo es la única razón; es un instante único, un parteaguas en el tiempo; es el delirio que inmuta.

Así es como llegas a pertenecerle a una persona que no te pertenece, y sin embargo, si por ti fuera allí extraviabas la razón por completo, porque entregado ya estás.

Aunque la vida parece en ocasiones ser un trágico cuento dulce, y eso que tanto amaste mientras duró se desvanece para dar lugar a la sensación que mejor conoces: la Impaciencia.

Es ella quien te acosa todo el día, y con mayor inclemencia entre más has disfrutado del amor de un instante. Aparece como una inquietud difícil de localizar, que persiste y va en aumento hasta obtener toda tu atención.

Y es ahí cuando te muestra su propósito y aparece en la imaginación el vívido recuerdo de esa nimiedad capaz de enamorar al espectador encerrándolo en su Realidad.

Quizá después razones las cosas, y decidas como todo ser sensato, que el pasado sólo es eso, y que quien originó el disturbio es o no asequible, pero que hay que superarlo, dejarlo de rumiar por ahora.

De tal forma todo cobró sentido y está por fin en su lugar... Al menos hasta que te das cuenta que un nuevo ciclo acaba de comenzar.

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