Es tan extraño ver cómo cambian
las cosas…
El cambio es una de la cosas que
siempre me habían escandalizado, recuerdo cuando estaba estudiando filosofía, a
los presocráticos, y de pronto alguien decía “pero cómo puedes captar la
esencia de una cosa si sobreviene luego un cambio, ¡ya sería otra cosa!”, me
agradaba Zenón y Parménides. De pronto uno siente la necesidad de captar algo
sin que se le escape de las manos, algo a lo cual aferrarse y no caerse, por
eso muchos jamás soltarán su religión. Yo no tenía nada, así que me vi tentada a adherir
las ideas de esos filósofos a mi persona, no me gustaba el cambio,
hacía a mi corazón más desconfiado de lo que siempre ha sido.
Así me hice a la idea de que, si
no podía evitar un cambio, tenía que ser minúsculo, pero el plan eterno de mi
existencia sería inmutable. Por eso creí fácilmente en el amor para toda la
vida, pero esa es otra cosa, otra cosa por la cual ya me tachó de estúpida una
psicóloga. Hoy pienso distinto, finalmente me doy cuenta de que he cambiado, a
fuerza de lo que sea he dejado mi concepción romántica de la vida y el amor, soy
como una serpiente que cambió de piel.
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