Tu silencio no me abruma y tú no me causas dolor,
sólo revives mi corazón por el hecho simple de que puedes.
A veces pienso que me desprecias y me tienes en el peor de los conceptos
hasta el momento en el que sublimo tu percepción de ti misma.
Me halaga al menos tener ese poder.
Te espero sin esperanza ni impaciencia cada día,
espero que seas valiente alguna vez y me observes como soy,
sin exageración,
separando el montón de partículas que revolotean mi superficie.
Pero sé que eso es exactamente lo que no deseas hacer,
quiero ver a Giordano y me encuentro a Galileo.
Tu manera de tratarme frecuentemente contrasta con la de mirarme,
aunque poco importan las cosas más hermosas concebibles
si la pragmaticidad es el tirano de la sensibilidad,
si una idea terriblemente bella palidece ante una acción burda,
si yo soy la cuerda floja sobre la que pocos se atreven a caminar.
Y sin embargo esto no me ha de parar,
si existen seres como tú, probablemente yo sea la antítesis.
Y que mi ensimismado corazón no perturbe tu plácida existencia,
pues los seres como yo son escritos sólo para que algún día los leas.
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