Por años lo esperé como el mejor día de mi vida, lo idealicé de mil maneras y conté día por día. Me preguntaba frecuentemente ¿cuántos años pasarán para que llegue? No me importaba cuántos fueran, sólo quería tener el número exacto para ir tachando los días en los calendarios improvisados que tenía en todas las libretas, ahora lo sé y sólo puedo mirar atrás: 5 años, 6 meses y 1 día.
Pasé y pensé de todo, cambié mi vida en función de ella, no sé cómo fue posible llegar a esos extremos, me convertí en un ser hermético y cursi. Hace años me pregunté si Florentino Ariza me describía bien, o si fui yo la que copié su personalidad sin querer, pudo ser cualquiera de las dos opciones, estoy segura de que en más de una cosa nos parecemos desde siempre y quizá lo que me faltaba para ser igual lo adquirí después de leer El amor en los tiempos del cólera. La idealicé de la misma manera que Florentino lo hizo con Fermina, odié a los tipos perfectos, a los que me recordaban a Juvenal Urbino de la Calle, me volví loca. Hice tantas estupideces que jamás terminaré de contar…
Y hoy no toca contar eso, hoy toca decir que la vida es insólita una vez más. Ese día tan ansiado llegó el 08 de abril de este año, el Universo hizo complot para que fuera posible, me retuvo unos minutos más en la facultad, retuvo unos segundos más al metro para que pudiera ingresar a él, exactamente a ese metro. Me hizo entrar por la puerta de un vagón por la cual nunca entro y me hizo caminar hacia la próxima puerta, ahí volteé –no sé porqué– y la vi. Le dediqué mi mejor mirada acosadora, la misma que ella me había ensañado en esas tres semanas que pasamos juntas, durante mi gloria de adolescente. Entonces me vio, nos miramos, y sí, el mundo se detuvo ahí, el tiempo se acabó, el reloj y los calendarios imaginarios en mi mente se destrozaron.
Llegué a una estación de mi vida por la que estaba segura que iba a pasar, pero no, fue mucho más que eso, en ese momento sentí que el principio y el fin existían, el principio era mi cataclismo de amor y el fin ese día en el vagón. En un segundo digerí la idea de mi vida, no me importó mi corazón, los dolores, los placeres, los sinsabores, el tiempo infinito mirando las estrellas; en un segundo se grabó en mi mente con letras doradas: la vida es insólita y jamás termina. Todo en mí se hizo pequeño, perdió valor, ese día supe que cualquier cosa que yo quiera la he de alcanzar porque estoy destinada a triunfar, porque sigo un camino y jamás me pierdo, aunque tome rutas alternas, aunque me escarbe la ansiedad de llegar…
Me encantó verla, su actitud para conmigo sigue siendo la misma, en realidad me trató muy bien, me compró un agua, le pidió a su novio que me llevaran a la estación de metro y me dio un boleto. No sentí celos de ese tipo, yo sé que sus amores son pasajeros y que entre tantas personas que ha visto en su vida nadie se ha plantado en su sitio más que yo, porque yo planté mis raíces y me enredé en su ser para siempre, jamás podrá quitarme de su pasado ni restarme el valor que me he ganado. Sé que nos volveremos a ver y sé que sucederá todo lo que yo quiera que suceda, sé que su voluntad es mía y que le tiraré el mundo abajo porque sostengo sus hilos.
No crean que no tuvimos tiempo para estar solas, sí lo hubo, me pidió bajarme del metro con ella en la siguiente estación, lo hice, mientras la acompañé a su destino platicamos mucho de nuestras vidas, pude mirarla sin descaro y ella me dejó verla como si lo fuera todo para mí, ni siquiera se imagina cuánto significo en su vida. Nuestra charla nos llevó por rumbos inauditos, así fue como me confirmó que yo soy todo lo contario a lo que ella quiere y no porque soy lo que soy, sino porque ella es demasiado simple para comprender mi complejidad. Una de esas cosas que quiere es alguien que la trate mal, que le dé la emoción de estar tratándose con un salvaje, pero yo soy demasiado tranquila, camino con pasos seguros, hablo con elocuencia y lo único que puedo hacer por ella son cosas hermosas, sólo puedo tratarla como mi juguete preferido. No me malinterpreten, ella no es un juguete para mí, es como la pimienta de mi vida.
El verla me hizo saber cosas importantes, como que ella no es como lo pensé algún día, como que le intereso más de lo que ella se imagina y lo más importante de todo: que habrá un próximo día.
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