La primera vez que lo vi fue como a los 5 años, jugábamos juntos en la calle de mi casa y hasta ahora me pregunto por qué es que a nadie le pareció sospechoso que estuviera con un hombre mayor, extraño, totalmente rojo. Tengo el nítido recuerdo de que me cargaba al camachito y saltábamos a la vez, sonreía todo el tiempo, me encantaba estar con ese hombre… en verdad estaba caliente, su temperatura corporal debía ser de 40°C, pero a mí no me importaba, estaba completamente hipnotizada.
Ahora que lo he vuelto a ver supongo que su maldad es grande, pero no lo sé, me cuestiono una y otra vez sin encontrar respuesta, ¿por qué me trata tan bien? Quizá he cedido a su corrupción o es que ve en mí los frutos de la maldad que sembró. Era como mi padre, ese que jamás tuve, jugaba conmigo, hablábamos de vez en cuando.
Ayer volvió y siguió sin lastimarme, pensé que en verdad me comería, parece que tiene otra invitación para mí. Y tengo que reconocer que llega en el momento perfecto, cuando sabe que mi alma es vulnerable, pero jamás mi voluntad, no me he corrompido aún, aunque a veces lo parezca… Si yo me corrompo es a voluntad, y me castigo a voluntad también: “Y esa cosa que no sé qué es enfoca la luz sobre mí, me obliga a no rendirme, no me deja hundir.”
Espero su llamado, la curiosidad mató al gato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario