Uno se cansa de tanto asquearse, como también hay gente que se cansa de tanto ser feliz jaja. Lo cierto es que no puedo hablar por los demás pero es fácil decir este tipo de cosas… No, no estoy deprimida ni pienso pesimista, no recuerdo a quién le comenté que estoy pasando por un proceso de “cansancio positivo”, estoy bien, con mi sentido del humor floreciente.
Esa foto la tomé hoy por la mañana en la estación del metro San Nicolás, ese es mi momento del día favorito, cuando me olvido de todo y me parece que estoy soñando. La primera vez que noté que me gustaba estar ahí fue un día que hacía mucho viento, como tengo mi pelo largo volaba hacia atrás, el viento me peinó ese día y mi pelo quedó extremadamente liso, como solía ser antes de que me cortara el cabello en capas. Además de que me encanta cómo fluye el aire en ese sitio, también me gusta verlo todo desde arriba, veo el cerro, las casas que se ven más lejanas, más pequeñas… sé que no se escucha muy original mi observación, esa no es la intención, lo importante es lo que me recuerda, lo que me hace pensar.
Recuerdo aquéllos sueños que tengo cuando estoy feliz, esos días en que me fui a la cama dispuesta a dormir, tenía algo de sueño y me perdía entre las imágenes que más me gustan, primero veía el campo, luego la ciudad (sin embargo, la ciudad de mis sueños no está claramente contaminada como lo que puedo ver a diario, mala vida), ¡la ciudad! Nunca supe cuándo fue el momento en que comenzó el sueño, de pronto yo volaba sobre todo eso y sentía que iba aterrizando, así que me impulsaba hacia arriba porque entre más alto vuelo más me gusta. Yo quisiera ser un águila, me dan envidia, son hermosas y vuelan altísimo entre las montañas o por donde se les pegue la gana.
Así que en los tres o cinco minutos que espero al metro estoy ahí, soñando despierta, pensando en las águilas, deseando otro sueño como los de mis días más felices. Es mi dosis de ilusión, mejor que cualquier canción.
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