¿De qué me sirve saber que todo es banal y estúpido? No se vive para, ni de amor; la medicina no es la madre de las ciencias; la astronomía desvirtúa todo y nos deja como accidentes espaciales-temporales-materiales. Dios jamás da la cara, si es que existe.
¿Qué puedo hacer yo para arrancarle a este desmadre la verdad?, ¿será que mi mente puede aprehender la inconcebible verdad? Quizá tendría que venir a la Tierra un monolito creado por una especie más inteligente a ajustar los átomos de mi corteza cerebral*, ¿pero eso me permitiría comprender lo mismo que la especie que me hizo el favor de quitarme milenios de ignorancia?, ¿o es que siempre tengo que estar bajo alguien?
Y mientras escribo esto la gente se intoxica de fútbol…
Mis ojos miran hacia el cielo, hacia el Universo y no hacen más que mostrarme mi limitación visual. Primero, esas nubes me impiden la visión, después, ¡yo no veo el verdadero color del cielo! Nunca supe a ciencia cierta por qué vemos el cielo azul si el Universo es más tétrico.
No puedo ver una galaxia y tampoco reconocer una estrella, ya no sé qué es grande o pequeño, el Sol es diminuto e inmenso al mismo tiempo. Y le tengo miedo, yo le tengo miedo al Sol y su radiación, tengo que proteger mis moléculas de DNA para que no se formen dímeros de timina, porque si mi organismo es incapaz de corregir dichos dímeros, se inhibirá la síntesis de proteínas y tendré finalmente xeroderma pigmentoso, cáncer de piel.
Y volvemos a la ciencia, rudimentaria ciencia, ¿hasta qué punto nuestros ahora limitados cerebros la podrán mejorar? Le apuesto a ella, aunque mi cerebro ni siquiera logre abarcar todo lo que la humanidad la ha avanzado hasta ahora. Ya no importa, por hoy no importa más, me tengo a mí para consolarme del puto desmadre. Las preguntas se pierden, la vida se escapa, ¡pero la verdad está ahí! E iré por ella.
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* Como cuenta Arthur C. Clarke en 2001: Una odisea espacial
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* Como cuenta Arthur C. Clarke en 2001: Una odisea espacial
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