Estoy sintiendo todo y nada a la vez, me pierdo entre tantas razones, acciones, sinrazones, ideas, argumentos, cosas insólitas. La vida es como un cuento bien fumado, lo estoy comprobando desde que comenzó el año. En general me encuentro de maravilla, he cambiado en mí cosas que pensé que siempre llevaría dentro, he cambiado para bien y sin embargo algo no cuadra... Es un cuento grifo del que soy espectador y personaje, no sé cuál es la parte que me gusta más, como espectador puedo disfrutarlo, como personaje también, me alegro, sufro, lloro, me muero de celos, me lleno la cabeza de estupideces, resurgen sentimientos como en la película de los muertos vivientes. Me encanta todo este desmadre porque me siento viva, pero lo que más me gusta de todo es cuando cae el telón y puedo correr a abrazar y besar a la mujer que amo, sus brazos son mi esquina en el rin de box.
Tengo un corazón asustadizo que se ha curado de espantos una y otra vez y lo seguirá haciendo hasta que deje de sentir, hasta que el mundo me importe un pepino y la gente que lo habita ya no me preocupe. Dudo que eso suceda, hay personas que jamás me dejarán de importar, es por ellas por las que hoy estoy escribiendo esto, para que no dejen que me pierda en mi locura, para que se acuerden de mí y me den unas cuantas cachetadas de realidad.
Me siento como cuando se me van las cabras en el ajedrez y me comen a la Dama u otra pieza importante, siento que estoy en esa cascada de pérdidas, tratando de encontrar un balance para ya no perder más piezas. Hace mucho que no me pasa, me he vuelto una jugadora de ajedrez muchísimo mejor de lo que solía ser antes porque hoy aplico ese dicho poco sutil que dice "no doy paso sin guarache".
¿Por qué siento todo esto? Por lo bizarro de este cuento, cosas sin sentido, cosas inútiles, tormentas en vasos de agua, todo ajeno a mí por supuesto, porque yo soy lo más estable en el desmadre que veo, soy más espectadora que partícipe. Hoy que yo me encuentro de maravilla, que he dejado atrás el masoquismo, las depresiones e incluso a Freud, me doy cuenta de cuánto vale la tranquilidad de una persona. Los personajes de mi cuento deben relajarse, dejar su vida intensa y disfrutar el día viendo una piedra, disfrutar el amor un rato (porque luego nos volvemos adictos), deben hablar con el gato y mandar al carajo hasta lo más lindo. En realidad hay muy pocas cosas mejores que saber estar con nosotros mismos, sin aburrirnos, sin martirizarnos, tratándonos como si fuéramos lo único importante.
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