lunes, 8 de junio de 2015

Anécdota estúpida y desconcertante #1

Nasty

Cierta ocasión se corrió el chisme más increíble entre mis compañeras internas. Había que verlo, algo sensacional, jamás antes visto, nunca pensado, jamás olfateado, jamás fuera de sitio -salvo en aquélla ocasión -.

“Vamos a la lavandería”, decían corriendo unas tras de otras gritando burlonamente, engrandeciendo aún más el misterio. Y así llegamos las primeras del grupo para admirarlo en todo su esplendor: Un mojón fresco, café y de tamaño mediano (algunos 7cm) junto a la lavadora.

Jamás podrá describirse el impacto que tuvo sobre las otras niñas, nadie se atrevió a culpar a nadie, pero todas peleaban por ser la primera en informarle a la monja. Al final del día nadie supo quién lo hizo, pero fue justo antes de que comenzara la misa. Jamás subestimes las artimañas de una mujer de Dios.

La mecánica para conocer la culpable fue una de esas, la “madre Hilda” –como la llamábamos- nos dio a todas las internas un palillo de dientes antes de entrar a la misa, jurando que Jesús haría más pequeño el palillo de la culpable, descubriéndola ante todas al final de la eucaristía. Y así sucedió, pues la niña que no se pudo aguantar le trozó un pedazo a su palillo en su grandiosa ingenuidad. Para nadie fue una sorpresa puesto que su hermana también tenía un historial “nasty”, que dará ocasión para otra de mis historias estúpidas y desconcertantes.

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