lunes, 8 de junio de 2015

Anécdota estúpida y desconcertante #4

El pavorreal                                 
Por Santiago Reyes

El apetito casi ya no se abre para el limitado catálogo de la cafetería, por eso es que era receso y no nos conmovía ni un poco. Era tanto mi desagrado que sólo mi amigo compró una pizza desabrida, abrió el paquete rápidamente y rasgó un pedazo. Hasta este punto no advertíamos que nos rondaba peligro alguno, así que continuamos conversando sobre la levedad del Ser y otros temas filosóficos, entre ellos discutimos a gritos acerca de lo oligarcas que eran los tres sabios de Grecia; sobre cómo Santo Tomás de Aquino y George Berkeley se sacaban de la manga la carta de Dios para cada fisura en su sistema de pensamiento; sobre si realmente vale la pena zambullirse en las mujeres bajo riesgo de contraer sífilis como Nietzsche; y que nada bueno se podía esperar de alguien que tiene un ojo en el Ser y uno en el Universo como Satré. 

Entonces las discrepancias nos abordaron, lo que causó que me empujara con su hombro, alejando de sí lo que le restaba de pizza. Y sucedió. Un aletazo resonó y el majestuoso pavorreal voló cual águila un metro, arrebatándole la pizza de un picotazo y se fue sin voltear atrás, contoneándose por su gran logro.

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