Hay días maravillosos en la vida de las personas, muchas coincidencias o sorpresas, entre otras cosas, pueden hacer de un día algo inolvidable. El mío fue un jueves 08 de septiembre de 2005, cuando vi el espectáculo “Saltimbanco” del Cirque du Soleil. Ustedes pensarán que todo el show estuvo magnífico y no se equivocan, así fue, pero no sólo eso sucedió aquél día, el circo fue el postre, el plato fuerte fue mi compañía.
No recuerdo el espectáculo, solo cosas vagas, lo que me ha de quedar por siempre es ese abismo en mi corazón, es como si mientras transcurría el espectáculo yo nadara en el universo, como si el escenario fuera una pantalla, la pantalla donde se proyectaba mi viaje entre las estrellas. Los personajes cambiaban, algunos salían desde arriba y la música me cautivaba, estuve gran parte del espectáculo con la mirada hacia arriba por las acrobacias en el aire, después la bajaba y volteaba hacia mi izquierda: una imagen más bella, la del amor pueril. Sería demasiado pretender escribir sobre el circo cuando mis recuerdos son difusos, como ya lo dije, tengo la impresión que de pronto inunda mi corazón y se revuelve con el amor tardío, fue más que fantástico ese día, fue mágico.
Hace unos días fui al museo Marco a ver la exposición de Dominique Lemieux, es la diseñadora de los vestuarios que se utilizan en el circo, al principio los dibujaba a mano y después se ha modernizado, la computadora ahora lo soluciona todo. Ahí fue donde vi el traje del Barón, sí ese vestuario imponente en un maniquí delicado, quizá por eso aprecié mejor los detalles que cuando lo vi en vivo y a todo color pues es un personaje de “Saltimbanco”, lo había visto antes sin duda. Me pareció el traje de un príncipe, me encantaron sus cabellos estilo la novia de Frankenstein, negros con plateado, pero su capa fue lo mejor… Tenía ganas de abrazar a esa cosa, el maniquí era completamente blanco, blanco brilloso, se veía tan propio.
Había muchísimos más vestuarios, los dibujos eran muy buenos, todos llenos de color, también por ahí, no sé exactamente dónde, vi la palabra Arlequín, me he obsesionado con ella, mi amigo Edwin no supo decirme la diferencia entre un Arlequín y un Bufón, supuso que estaban relacionados y sí lo están, no tanto históricamente como por su personalidad. Mi curiosidad me gobernó entonces y me fui a google a buscar, ahí encontré que el Arlequín era uno de los personajes de la “Comedia del arte”, una forma de teatro que apareció en Italia en el siglo XVI, básicamente era teatro improvisado, sólo tenía dos limitaciones: había una secuencia predefinida de hechos y los personajes poseían una personalidad inmutable. El Arlequín era un personaje gracioso –y es esta su relación con el Bufón, además del vestuario exótico– y astuto, lo que más le interesaba a la gente de su actuación eran las acrobacias y piruetas que realizaba. Pero este es otro tema del cual hablaré extensamente en otra publicación con su debida referencia, es tan interesante que hasta eso llegaré.
Lo único que me resta por decir es que vale la pena ir al museo a ver la exposición, aún y si no han visto el espectáculo, los personajes maravillan por su vestimenta en gran medida y sin duda Dominique Lemieux tiene talento para diseñarlos y por ende plasmarlos en papel.
Recuerdo ese día!!! jajaja Como si hubiera estado yo ahí... ¡Me lo platicaste!...
ResponderEliminarOye!, ya me dieron ganas de ir a la exposición, investigaré si algún día entre semana es gratis.
Te quiero Azu.