domingo, 27 de marzo de 2011

Divagando

Hubo una época en la que me obsesioné con la literatura de viajes, todo comenzó cuando leí un fragmento de Robinson Crusoe en el libro de Pasiones y Naufragios que llevábamos en la preparatoria. Me encantan ese tipo de historias, también otra de mis favoritas es Relato de un Náufrago de mi amor GGM. Recuerdo aquéllas épocas en las que soñaba con lo que todo mundo quería: viajar, pero no era así de simple, no sólo quería viajar, lo más importante era que yo quería ser como Robinson Crusoe, yo quería encontrarme de pronto en una isla desierta, sola con mi alma y con la extensa naturaleza, los bosques, ríos, animales salvajes y exóticos, el mar…

Un día vi el libro Robinson Crusoe y me llamó, me dijo “yo sé que tú quieres saber qué tanto hice Francisca, cómprame…” y así fue, lo compré. Lo leí sin mucho entusiasmo porque traía muchas cosas estúpidas en mi cabeza y no administraba mi tiempo, no hacía lo que realmente quiero hacer como lo hago hoy. No lo terminé de leer y un día se lo regalé a mi sobrino David, que después se lo vendió a mi primo Santiago en diez mendigos pesos jaja. Me he quedado con ganas de leerlo, ganas que hoy renacieron y no sé porqué… ¡a, ya sé! Es porque quiero dejarlo todo e irme a vagar a otro sitio, como lo hizo Siddhartha, aunque él quería respuestas, pero bien que se divertía, se encontraba en excelentes paisajes y con personas amables, siempre había algo qué hacer.

Volviendo a Robinson Crusoe, amé ese libro, me imaginaba a mí en su situación, en una isla desierta construyendo una casa como la construíamos mi hermano y yo en el tercer piso de la primera casa en que vivimos, edificamos una casa de chatarra perfectamente estructurada. Robinson sabía de carpintería, al menos esa idea me quedó puesto que tuvo que talar árboles y luego tallar los troncos para construir su empalizada (la cual lo protegía de las fieras), también construyó muebles y, en fin, toda clase de detalles para su nidito. Eso me recuerda de nuevo mi niñez, cuando mi hermano y yo agarrábamos las tablas y herramientas de mi abuelo para construir barquitos de madera y otras curiosidades de niños, un día construí un auto pero me falló el diseño porque no podía ponerle las ruedas, mala vida.

Lo importante es que pensé que yo en esa situación habría podido utilizar el ingenio que ahora tengo dormido, la vida así me aburre, nada de emoción, nada que me haga usar el cerebro y gastar mis energías a la vez. Soy una persona muy ocurrente y curiosa, antes inventaba estupideces y media y ahora la vida “normal” me agobia, todo es tan tranquilo y aburrido… Quisiera la emoción de estar sola, la alegría de ver un bosque, una cascada, un río de aguas diáfanas, ¡la naturaleza! Donde mi alma pueda descansar y mis pulmones puedan cantar de alegría debido al oxígeno puro que han de recibir, no este humo de autos y cigarro que predomina en la ciudad.


Le he pedido a mi amiga Diana que me acompañe a la biblioteca Magna, abusaré de su confianza y le pediré que saque el libro de Robinson Crusoe, esta semana lo leeré y después divagaré, lo haré hasta el día en que explote y me largue de este sitio.

FAVR

1 comentario:

  1. Me gusta mucho leerte Azucena, me identifico mucho con tus ideas, creo que me entenderás perfectamente si te digo que también quisiera estar lejos, sola, sintiendo mi propia existencia en este mundo...
    Maravilloso, una isla!!!!
    Te quiero...

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